jueves, 22 de julio de 2010

Dos y tres

por @elcachaco

II

Ya eran lo que otros llaman olvido, mientras la abrazaba sólo pensaba en recostarse en los senos de otra, sólo pensaba en otros cuerpos, en mil nombres que no sabía, y que en el fondo poco importaban; después de todo lo que había pasado lo que lo unía a Juana no pasaba de ser una deuda moral.

Ya hacía mucho tiempo que la había dejado, todos sus rencores, que no eran más que deudas con él mismo se los cobraba en cada encuentro, se sabía distante cada momento y le dolía pretenderse con ella; del saxofón sólo el óxido le hablaba. Pero Juana tampoco lograba disimular, hacía ya mucho tiempo que estaba con él por lastima, que sus labios ansiaban huir cada vez que él se acercaba, estaba con él tal vez como castigándose por ese beso que había dejado escapar con otro, por el peso de los tragos de una noche.

III

Juana, mi Juana, sueño de infancia encarnado; mi Juana, muerte lenta del alma pintada en tonos pasteles, ¿cuándo me dejaste olvidarte?; Juanita, ¿cómo me dejaste irme de tu lado?.. Ahora, mirándote a lo lejos, me duele que hayas estado cuando mis ojos no eran más que un desierto, ahora que tu llovizna me alejó de la aridez, no logro mirarte a los ojos.

Mi Juana, mujer de pan, sombra del café de la mañana, mi primer sabor, ¿cómo puedo alejarme si mis deseos más hondos reposan contigo?, ¿cómo quererte si ya no me quiero ?. No, Juana, ya no somos los de entonces, ya no eres mi altar; el azul de mis tardes se hace de nuevo oscuro y vuelvo al mismo mar en el que naufragué sin conocerte, no mi Juana, no puedo quererte todavía.

Cómo quisiera tener ahora tu saxo, como quisiera dejar en él mis gritos mudos, pero mis dedos son lerdos; te acuerdas cómo te lastimaba cuando trataba de acariciarte, ese soy yo otra vez, otra vez los parpados pesados, otra vez las mejillas muy débiles, otra vez las sonrisas que duelen.

Mi Juana, frío de la mañana de quien no duerme, llévate las lágrimas que me devolviste, cristales que arden en los ojos. Juana, mujer de cal viva, metáfora prestada, mujer de Arimatea, devuelve mi cruz y dame la espalda de nuevo.

No, mi Juana, nunca deje de amarte, pero dejé de querer amarte; por eso el andar errático, por eso buscaba una razón para que me dejaras. No te culpes mi niña, no llores más, que ya ni tus ojos lloran por mí, ni los míos creen en tus lágrimas.

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